jueves, 26 de noviembre de 2015

Carne de Estrella



Ay, Teresa, qué lisas las manos que te lloran.
Demasiadas palabras con forma de ataúd
largas de nieve largas de penumbra en los huesos.
Quién pronunció tu nombre como reflejo que no existe
Ella, ella es quien os mira
-desde el murmullo de un firmamento
que se extingue por dulce-
no, no hay aroma en las balas
sólo odio vacío
saliva metálica que no suavizó ninguna lengua
manos que asoman como pájaros aplastados.
No imaginéis guerra –a pesar de la guerra-
ni crespones finísimos en la cabeza que ya respiró,
imaginaos amor –a pesar del amor-
desbrozad de vuestra garganta el grito interminable
y surgirá un tiempo desnudo de días,
la tierra será una idea satisfecha que avanza
carne de estrella que –siempre besada-
nos tocará la frente con el súbito tornado
de una perla entre los dientes.  
Ay, Teresa, cuántos surcos dejó la lluvia en ese nuestro rostro.


TERESA DE CALCUTA: No me llaméis para ir a manifestaciones en contra de la guerra. Llamadme cuando hagáis manifestaciones a favor de la paz.

FOTOGRAFÍA: ELIA VERANO

lunes, 23 de noviembre de 2015

Cerezas sobre laurel blanco


Voy a hablar bajo como las mariposas,
llegaste con ojos de septiembre
cuajada de auroras,
mi voz tenía el cielo alto
y la tarde un túnel sin salida,
qué hermoso sueño –pensé-
llenando de eternidad mi costado.
Soñé o acaso nos soñamos
desnudos de espigas,
olvidando quiénes fuimos, quiénes somos amando,
sin más memoria en la piel
que un aire entre las cañas,
sabías a todos mis silencios.
Y en ese recoger olas
-dichoso el cuerpo que así nace-
hallé de tu boca su leyenda
cerezas sobre laurel blanco
labios desbordando orillas.

No hay muros en la madrugada,  
solo este bello morir
que me ha entregado la vida.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Una mujer a quien amar


Permíteme un asombro
un caracol en el rostro que sorprende
He ahí una mujer a quien amar
-proclama un brillo una sangre
quizá un sueño-
                            Así,
sin acabarse el mundo
mi pecho se abre en lumbres
                          y ama,
abrázame mientras escribo.
¿Qué palabra o cometa
transformará el iceberg más hermoso
en dos cuerpos que nunca se miran desde la espalda?
Dime, mujer a quien amar, pero abrázame
¿qué cristal o acero –mágico por la longitud de un beso-
lucirá esa tibieza de la carne
que un ruiseñor convierte en seda?
Y en este azar -que último presiento-
donde soy tan joven como una flor que delira con sus colores
dime, mujer a quien amar,
si estás pensada para soñar en mis ojos.


sábado, 7 de noviembre de 2015

Esa sonrisa que desordena los cielos


Te encontré al final de los inviernos
cuando las sombras se equivocan  
y en las esquinas sólo te sorprenden
                                  recuerdos.

Tú sonreías
-o era una batalla-
con esa sonrisa tuya que desordena los cielos,
no hablamos de olvidar palabras en la almohada
ni de pájaros azules
                                ¡Qué importa!                                                  
El silencio nos daba tantos argumentos
y una luz
y una duda y hojas secas
                                 incluso otra mirada.

Te llamé horizonte 
incapaz de pronunciar más allá de tu nostalgia,
tú pisabas los trópicos
sintiéndome bello en los versos,
y supe que te amaría un instante
un momento
                                toda mi vida.


martes, 3 de noviembre de 2015

CANTO V - DEL AMOR Y OTROS UNIVERSOS


Observo el silencio,
-desde el imposible no soy mente
ni pensamiento que deja sin noche a las rocas-
soy voz que despierta a los no dormidos.
Ciego ya de raíces
alimento mis manos con lluvia,
no hay cenizas en mi nombre
ni ruiseñores picoteando la cruz de mis brazos,
sólo creo en la verdad
de una mano temblando en mi pecho.

Si amar fuera tan fácil como destruir la tierra
-o sangrar arcoíris
o llenar de centellas la boca del hombre
que hizo de nuestros sueños un violín
para que los océanos despreciaran el mar-
amaríamos sobre el azar de todo naufragio
y las sombras del atardecer serían siluetas  
buscando cielos en la piel del ombligo,
desmesuradas en el torbellino de labios,
hermosas en extremo por el vientre de la madre
que duerme al costado de una caricia
donde cualquier gesto es universo.
Juntos uniríamos esas sílabas que no existen
hasta formar islas casi tan vírgenes
como un verso sin el cobijo de otra nuca. 
Nuestras cinturas de primavera
-siendo ya tahúres con el invierno-
lo colgarían en parasoles alegres como bombillas,
y sembrando de muslos las constelaciones
olvidaríamos el caminar serio de los cocodrilos.
Qué bellas latitudes
en dos cuerpos bebiéndose el diluvio.

Oh, loco poeta sin versos
no te queda luz para otro amanecer,
el reloj sin hora aguarda.

La noche tiembla,
fulminada por la dulce cicatriz de un melocotón
que me hizo amar en defensa propia
-era tanto el ruido de sus galaxias-
Me acojo al Verbo
sin la fatiga de crear auroras,
con el vuelo imperfecto de las golondrinas de oriente
con las líneas de la mano desbocadas
y la ternura de un piano que jamás enterró sus sueños.
Los ojos de niebla avanzan entre amapolas muertas
el eco de su galope me sangra la frente
-es la única melodía que los sordos oímos-
bajo el temor de sus trompetas soy estatua sin memoria
vidas que se suceden sin hallar la voz última
aquella que clamando en el desierto
profetizó que nada posee principio ni fin.

El círculo eterno gira, terco, infinito:
Apagada la fantasía sólo queda un aire,
un aire que no pertenece a ningún labio
ni al viento arrodillado ante las hortensias.