jueves, 11 de diciembre de 2014

La mujer del lóbulo dulce

                                         
Yo jugué con él tantas tardes, y siempre,
cuando el día duraba un pensamiento.
Le picoteaba con mi lengua
y se esponjaba, se hacía largo
como un nombre que deseas pronunciar.
Solíamos soñar los jueves,
con un aro se vestía de corsario hermoso
y conquistaba crepúsculos en islas rebeldes,
o fingiendo ser hortensia
teñía las palabras con azules de pétalos
y violetas de cielo.
Al despedirse murmuraba: adiós, señor Cernuda
que Alfredo lleva por nombre,
después, el mundo se hacía horizontal
y dormía en mi hombro
con el querer suave de quien no teme a la vida.
Sólo me mintió una vez,
la mujer del lóbulo dulce se fue con el alma sin pausa
y dijo que ella no me amaba, no le creí.

Todos los jueves sueño con él, y siempre,
aún no le creo.

                                                                                     A Ana Lía, con gratitud.



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